viernes, 29 de diciembre de 2006

El fin es inminente; la incertidumbre, patente.

Es clásico de casi todo escrito de final de año el que alguien atraviese sus reflexiones acerca del año terminado y sus expectativas con respecto al que está por venir. Por suerte yo ya lo había hecho por anticipado (ver "Casandra y los días", hacia el final).

Vale contar que la experiencia más interesante que ha surgido con este final de año ha sido la de estar "viviendo por mi cuenta" justo en estos días , cuidando del apartamento de una de mis mejores amigas, comiendo lo que puedo puesto que hallé el refrigerador limpio, leyendo montones, viendo T.V. por cable para convencerme de que sólo los canales de cine no me aburren, y cuidando de una gata tan fastidiosa como una hija única sobreprotegida.

Aparte de que ha sido una prueba agradable de la confianza que ella me tiene, me siento bien al saber que lo he llevado todo con relativo éxito, al punto de que todo en el sitio seguía en pie y sin ser destruido tras la partida de los amigos poetas que me visitaron antenoche, veo algunos detalles de interés.

Sí: cualquiera que me conozca un poco sabe que mencionaré que extraño a mis hermanos, la alegría y falta de espacio personal tan ligadas con ellos, su chispa fuerte y tan distante pero rica en cada uno de los cuatro.
Por otra parte, me he dado cuenta de lo fácil que es perder miserablemente el tiempo cuando estás en un contexto en el que no tienes que responder de modo cercano a nadie concreto. Que la tele, que la Web, que tengo sueño, ¿qué será este libro?(lo chequeás como media hora pero sabés que no vas a leerlo nunca) y etc.

Aunque, por otra parte, esta soledad me ha dado el chance de tener un tiempo de paz como lo tenía desde hace mucho, para pensar o sólo estar, sólo estar. Y, no voy a negarlo, eso era algo que todo mi ser buscaba desde hace rato.