miércoles, 4 de junio de 2008

Año 25 después de mí

Podrá parecer banal que retome esto por causa de mi cumple. Concedo ese punto. Pero en realidad creo que no tendría mejor motivo ni momento, tomando en cuenta que este es, quizá, el cumpleaños mejor recibido y con más paz interior que haya tenido.

Este es un buen momento para escribir, y para decirme –y decirme a esa docena fundamental a la que sé que le importa- que no quiero volver a pasar un día de mi vida sin escribir por placer y libertad. Alguna vez una persona que de verdad me marcó me dijo que el escritor debe tener una convicción irreductible de que tiene algo que decir, qué sólo él o ella puede decirlo de cierta manera, y que ese modo tiene que ser dicho aunque jamás vaya a ser escuchado. Pues bien, este ha sido un año agitado, por suerte. He aprendido en él solo más que en varios de los anteriores juntos, y, seré honesto, nunca he estado tan conciliado conmigo como ahora. Aunque mi relación con el mundo circundante, en ocho y medio de cada diez momentos, sea de desgarramiento y crítica. Por tanto, tengo algo que decir, y eso será dicho.

Este año que empieza, pueden esperar eso cada día por venir. El refugio está reconstruido, y es tiempo de hacer constar que está habitado.