viernes, 8 de diciembre de 2006

Casandra y los días

Dos cosas me acompañan desde niño, para bien o para mal: una implacable consciencia de mi propio devenir en el mundo, y las premoniciones.

Aclaro: lo primero se refiere a que, desde muy pequeño, soy un tipo instrospectivo, yendo por los hechos de mi vida y diciéndome “¿Fue la decisión correcta?”, “¿Qué significado puede tener esto?”,“¿Qué puedo aprender de este mal trance?”,“¿Quién soy ahora que hecho esto?”, y etc. Y, aunque –eso sí- no soy nostálgico, tengo muy presente el legado de la gente, hechos y decisiones de mi pasado. Tengo consciencia de que, de algún modo, todo lo que he sido y hecho está presente aquí y ahora en mí, que soy síntesis de muchas cosas, incluido de aquellos que se han relacionado conmigo para mejor o peor consecuencia, o bien, (usualmente esas son las más significativas) las que te han marcado tanto para bien como para mal. Esta característica se ha visto agravada desde que tuve contacto con el Zen y pude amar libremente por primera vez.

Cuando hablo de las premoniciones, debería haber puesto “intuiciones más o menos acertadas acerca de lo porvenir”. Yo no “veo” nada, pero lo siento venir. Es cuando uno ve empezar algo y de algún modo sabes ya cómo va a terminar, y no puedes evitarlo. Usualmente, acierto cuando ser refiere a cosas negativas acerca de las relaciones interpersonales o las malas decisiones de otras personas (cosa por demás fastidiosa). Aunque, últimamente, mis intuiciones han tenido la amabilidad de presagiar cosas buenas que, en efecto, han venido, y me siento más reconciliado con esta faceta de mi ser.

A este asunto de saber cómo algo iba a terminar mal, y no poder evitarlo, yo le llamé “Complejo de Casandra” desde que estaba en el colegio. Ahora, a las intuiciones cotidianas que tengo, les llamo simplemente “Casandra”, casi con cariño. De hecho, nuestra relación es buena, y definitivamente espero que la mía tenga mejor destino y atención que la de la mitología.

Por lo tanto, lo que quería comentar a partir de estas dos cosas es simplemente la más poderosa intuición que he tenido en mucho tiempo. Casandra me habla de los días por venir, y los ve brillantes. Nunca había tenido esta sensación en un fin de año.

Cuando pienso en lo que fue 2005 (un año en el que, de verdad, tuve que dejar morir todo lo que era y volverme fabricar entre cambios rápidos y todo tipo de presiones) o este 2006 (igual una vorágine, pero en la que sé quien soy y estoy rodeado de gente maravillosa que me ha enriquecido como nunca antes), me he dado cuenta de que ha sido un proceso aún inconcluso de completa transformación de mi ser. 2005 rompió con el pasado, 2006 se ha encargado de hacer efectivos todos los cambios en mi modo de actuar y pensar, pero el proceso aún no cierra: hay deseos, proyectos, posibilidades de desarrollo que este año apenas se abrieron, procesos que he visto convertirse en flor pero aún no son fruto. Creo que eso será el año que viene, un quiebre. Pero es que lo siento venir, es de verdad la intuición más poderosa que haya tenido en toda mi vida.

Me pregunto si, dentro de un año, pondré una entrada en el blog dando un resumen de cómo esta intuición acertó, o se deshizo en el viento. Ya lo veremos.

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