jueves, 4 de enero de 2007

Aprender a despedirse

“Creo que hay gente que aparece en nuestra vida y cuya función es darnos su luz sólo por un instante, para luego irse y que trabajemos su legado”.

Le dije eso a una amiga extranjera la noche del anterior 26 de diciembre. Misma noche en la que, ambos lo sabíamos, nos veíamos por última vez. Mucho dialogamos sobre las dificultades a la hora de decir adiós –pese a que toda relación humana implique esto desde su mismo inicio-, y sobre el balance entre no arriesgarse a hacer ciertas cosas para luego preguntarse cómo pudieron haber sido, versus el arriesgarse y saber cómo fueron, acaben como acaben. Indirectamente, hablábamos sobre nuestras respectivas situaciones. En el fondo, creo, sobre la existencia como un todo.

Ahora ella se ha ido de vuelta a su tierra, en Europa Central. Mucho me hubiera gustado saber decirle y vivir a su lado varias experiencias, pero nuestras decisiones decidieron otro rumbo de cosas a lo largo del tiempo. Y, tras la incertidumbre y el dolor iniciales que para mí acompañaron su partida, comencé a preguntarme qué quería decirme mi vida y mi experiencia a través de esto.

Ayer, 3 de enero, mi amigo-hermano-menor-adoptivo Mario me llamó para darme la noticia de que parte para Argentina dentro de dos meses, becado para realizar sus estudios superiores en la Universidad de Buenos Aires. Está lleno de dolor por una situación personal que debe resolver, pero por otro lado sabe mejor que nadie que es algo que no toca a la puerta dos veces en una vida. Él sabe, yo sé, que lo mejor es que se vaya. Pero por un lado, uno no quiere. Es la segunda vez en menos de dos semanas en la que siento que lo mejor para alguien a quien quiero es que se vaya, hacia una situación que requiere que me habitúe a mirar de lejos su crecimiento, cuando yo quería estar ahí, cerca y constante, para crecer con ellos.

Pero me doy cuenta, con esto, que si este año es lo que espero que sea (un tiempo de enorme crecimiento, de cambios más profundos y duraderos, de proyectos naciendo y realizándose) TENGO que aprender a despedirme de muchas cosas. Incluyéndome.

Digo con ello que, como he tenido que hacerlo en otras ocasiones –no sin dificultad- estoy seguro de que un paso necesario en este año será el dejarme morir de nuevo. Quebrar mi ser nuevamente para rearmarme como mejor pueda. Estoy seguro de que, a la luz de mis vivencias, no será tan duro como las anteriores. Pero no tendrá consecuencias menos hondas.

En fin, sólo añado una reflexión a esto: al ver cómo seres a lo que amas se van lejos, te das cuenta de lo valioso que es saber expresarles a tiempo cuánto les quieres y necesitas, decirles cuando les tienes cerca cuánta luz y vida te han dado. Porque eso, eso, es lo mejor de vos que se llevarán consigo aunque su destino les llame desde el otro lado del mundo.

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