viernes, 11 de mayo de 2007

Ëidolon II

Ella toda fragancia y muerte. Exquisita mi sangre lamida entre sus dedos fríos.

Lacera y doy las gracias. En sus brazos la asfixia se forma con otros colores.

Soy puro, conozco a Dios. Me dice que ella nada sabe de futuros o esperanzas.

Comprende entonces mi cuerpo verdades laberínticas que nos guían

a las profanidades de la fe, mientras toda queja de la carne enmudece.

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